jueves, 31 de diciembre de 2009

Y OTRA TAZA DE CAFÉ...



Fuera llovía. Su maldita costumbre de ponerse a reflexionar por cada detalle de la vida le hacía, como siempre, llegar tarde. Fue entonces cuando se le olvidó mirar por la ventana y preguntarse por la lluvia, preguntarse por cada gota que muere atraída por la parte más oscura y perversa del universo.
Se le olvidó y salió de casa sin paraguas.
Se estaba empapando...
ELLOS le dijeron: “Si vuelves a llegar tarde empezaremos sin ti”
ÉL iba corriendo. Correr no le gustaba, le impedía fijarse en cada individuo: su forma, su gesto... Pero tenía que hacerlo o llegaría tarde.





Ya estaban todos reunidos, iban a empezar sin ÉL.
-Siempre llega tarde...-dijeron mientras pedían una taza de café de más, una taza como a ÉL le gusta, muy cargada.-





De repente un fuerte sonido le sobresaltó. Había llegado el tren. A esas alturas ya habrían empezado sin ÉL...
En el tren podía observar a cada persona tranquilamente, diagnosticar un físico era su especialidad. Cada forma, por exagerada que fuese, siempre le pareció preciosa. Otra maravilla. Normalmente nadie se fija en las personas cuando van en tren.
En su vagón había cuatro personas: uno leyendo un periódico, otra leyendo un libro, otro con los cascos escuchando música y el último tan borracho que despertarlo se convertiría en un gran reto para cualquiera.
Getafe, “Sector 3”. Esa era su parada.
Al bajar todo pareció un sueño en el que cambiar de escenario de forma brusca se convierte en algo corriente.
Allí estaban todos: ELLOS, su madre, su mujer, sus hijos... todos. Y ya habían empezado sin ÉL.
Con cara larga y un café en la mano se acercó uno de ELLOS a la tumba y dejó el café encima. Sólo dijo:
-ÉL siempre llegaba tarde...

domingo, 20 de diciembre de 2009

UNA HISTORIA, SU HISTORIA...

(acantilado de Beachy Head)

Sí cariño, he regresado a ti para recordarte lo mucho que te sigo queriendo y lo mucho que significas para mí. ¿Sabes? Aún puedo recordar cómo me mirabas con esos ojos dulces, inocentes, esos ojos que no se pueden comparar con el cielo... Sí, me mirabas, y sólo esa mirada era más que suficiente para entender todo aquello que deseabas que supiera.
Fuiste mi salvación, nuestra salvación, y aún hoy lo sigues siendo. Hace ya 6 años, 6 años en los que me despierto cada día con la ilusión de verte dormido en tu cama... Parece que estás en paz.
Maldigo aquél día... Todavía me sigue persiguiendo esa insufrible sensación de querer y no poder adivinar qué hubiese pasado si las cosas se hubieran hecho de otra manera. Posiblemente todo ahora sería más sencillo.
Es curioso, admiro tu forma de ver la vida... tan pequeño... pero el ser tetraplégico nunca fue un motivo válido para que abandonases aquella sonrisa que todo a tu alrededor lo hacía brillar.
Nada, nada podía, hasta hace dos semanas mi pequeño...
Hemos hecho todo lo que hemos podido, y aún así...
Antes de salir nos encargamos de guardar muy cuidadosamente tus juguetes en esa mochila tan grande. Tu madre y yo siempre consideramos importante todo aquello que te hiciera sonreír.
Durante el camino podía ver cómo esa felicidad tan contagiosa te inundaba el alma. Lo único que podía hacer era disminuir la velocidad del coche, me gusta verte sonreír.
Y ahora, ahora ya hemos llegado pequeño, por fin has podido admirar la belleza de los acantilados de Beachy Head; yo sin embargo, no he podido apartar la vista de esos ojos que deslumbraban tan llenos de asombro... ¡¡Pero ha sido sólo un instante!!
Ahora hijo mío, que noto cómo me estalla el corazón una y mil veces, es hora de averiguar a qué sabe el agua del acantilado... Hasta pronto.
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En junio del 2009 una pareja con un joven saltó del acantilado en "Beachy Head" con el cuerpo de su hijo muerto en una mochila y con otra mochila llena de juguetes del niño. El pequeño, que era tetraplégico desde los ocho meses por un grave accidente fue abatido por una meningitis que le quitó la vida. Tras morir, los padres fueron al acantilado y se quitaron la vida de esa forma. Esta historia va por ellos...

CARTA A LOS REYES MAGOS


Queridos Reyes Magos, desde la última vez que os escribí , han pasado muchas cosas, pero supongo que la más importante, y la que desemboca en el resto es que he madurado. Por suerte o desventura ya no veo las cosas como antes, cada vez todo es más difícil y poco a poco empiezo a ver la vida como me están enseñando a verla: de una manera dura y complicada. Ya no es esa vida que tenía con apenas cinco años y todo a mi alrededor relucía y me llamaba la atención. Ahora... ahora ese brillo lo único que hace es cegarme, me daña e intento apartarlo, dándole más valor a las cosas oscuras, a aquellas que carecen de interés para mí. ¿Es bueno crecer? ¿Hacerse mayor? A mí no me parece divertido, cada vez tengo más responsabilidades y entiendo menos la vida... no entiendo a las personas. Me siento débil y deprimido. Me estoy volviendo como ellos... como el resto... Me estoy volviendo loco.
Antes entendía sólo aquello que me hacía feliz, y me bastaba con eso. Ahora cada vez entiendo menos y el deseo de buscar respuesta a algo que conscientemente pienso que jamás encontraré me está consumiendo lentamente. Y es que no entiendo al ser humano, nos pasamos la vida esforzándonos por llegar a conseguir algo: estudiamos y trabajamos. Después enfermamos... y todo para conseguir dinero, dinero que perderemos para recuperar la salud que mediante el trabajo nos ha sido arrebatada.
Y por pensar ansiosamente en el futuro no nos damos cuenta del presente, de las cosas que brillan y no nos ciegan, así que terminamos por no vivir ni el presente ni el futuro.
Luego además vienen problemas añadidos. Este año ha sido la crisis, de la cual sólo he sacado discusiones políticas que no llevan a nada y falsos intentos para solucionar algo que hoy sigue presente. Soy consciente de que hablando de crisis, de algún modo la promuevo, pero lo que no puedo hacer ni mucho menos permitir es callar en la crisis y exaltar en el conformismo. Queda más que sabido que la única crisis que existe, la que nos amenaza a todos constantemente, es aquella llamada locura y que nadie está dispuesto a curar, pues para ello debe reconocerse primero.
Debo recalcar que con locura me refiero a quedarnos de brazos cruzados lamentándonos de nuestras penas mientras miles de niños mueren cada día de hambre, o por enfermedades curables con medicamentos que cuestan menos de la milésima parte de nuestro presupuesto, o de la utilización de sprays de los que podemos prescindir que dañan el medio ambiente, o de la opulencia de los crímenes hacia especies animales con fines estéticos o recreativos para los humanos...

Entonces, por todo esto y por muchas cosas más, sólo puedo pedir un poco de cordura para este mundo, y lo pido antes de que crezca más y me convierta en uno de ellos y sea demasiado tarde.

sábado, 19 de diciembre de 2009

EL SUEÑO DEL ALZHEIMER




Era de noche y no podía dormir. No paraba de darle vueltas a aquello que inevitablemente removía mi conciencia. Al principio sólo podía preocuparme por la idea de que pronto llegaría lo que hoy se ha convertido en realidad. Jamás pensé que esta realidad pudiese atraparme, supongo que porque a veces nos cuesta creer algo hasta que lo vivimos en nuestras propias carnes.
Aún me cuesta creer, que por más empeño que ponga en cada cosa que hago, por más que me fije y repita el acto, dentro de un par de días pueda no acordarme; por eso, hoy pongo todo mi empeño en escribir esto, con la esperanza de que más adelante pueda recordarlo, o al menos, recordar que fui yo quien lo escribió y ser consciente de lo sucedido, pues aún alberga en mí la esperanza de que lo que viví no fue un sueño y sí una realidad.

Para calmarme y conseguir ese sueño profundo que tanto anhelaba, fui al cajón de las medicinas a por esas pastillas de color blanco con una raya en medio que las atraviesa que me ayudan a llegar al único sitio donde puedo evadirme del mundo y de los problemas: a los sueños.
Acto seguido, y esperando a que las pastillas hicieran efecto, me acerqué al ordenador y me senté en frente del mismo moviendo el ratón para que reaccionara. Nada más hacerlo la pantalla se iluminó permitiéndome ver unas letras grandes que ponían: "Enfermedad de Alzheimer" en la página de la wikipedia.
Supongo que siempre dejaba abierta esa página en concreto para recordar, al menos, lo que me estaba sucediendo y poder disimularlo ante el resto sin parecer un loco.
A veces me deprimía ver constantemente esa plabra: alzheimer, pero para ser sinceros, algo dentro de mí me impedía apartarla de mi vida, quizás miedo, quizás la idea de ser fuerte y afrontarlo de frente.
Aunque muchos de los términos no los entendía, leer la información que allí se presentaba siempre me hacía sentir bien, aunque esto aumentase un poco más mi amargura, pero... ¡Qué demonios! ¡Ya llevo la maldita pulsera con el número de teléfono de mi hermana a todos lados! Es tan triste caminar por la calle y de repente olvidar dónde estás...

Mis amigos y mi familia dicen que debo seguir adelante, que tengo que luchar, que la vida es bella y por eso tengo que dar gracias, pero sinceramente me resisto a caer en esa inercia en la que sólo puedo agradecer lo que se me da porque no me queda más remedio que aceptarlo. Aún así, soy consciente de que el día de hoy no se volverá a repetir, que tengo que vivir intensamente cada instante, mimando cada situación, escuchando, aprendiendo... pues temo darme cuenta algún día de haber malgastado egoístamente mi vida; sin embargo, es posible que ni si quiera recuerde la historia de mi vida, así que aprovecharé cada instante con el único fin de no haber malgastado egoístamente el día.

Yo seguía embobado mirando la pantalla del ordenador, apoyado sobre mis brazos y dándole vueltas sin parar hasta que caí en que las pastillas seguían sin hacer efecto. Ya desesperado decidí salir a la calle a despejarme, a dar una vuelta aún con el riesgo de perderme. Salir sin la supervisión de nadie me hace sentir libre, me hace sentir bien.
Bajé las escaleras, abrí la puerta del portal que daba a la calle y cabizbajo me dispuse a caminar por las infinitas calles de Madrid. Serían las tres de la madrugada y no había ni un alma por la zona, de modo que a la media hora, ya despejado, di media vuelta en dirección a mi casa, y lo que me sucedió por el camino jamás sabré encajarlo con claridad.
A un par de manzanas de mi casa observé cómo una mujer se acercaba a mí toda vestida de blanco y con un resplandor especial, más cerca pude ver la belleza de esta: cabello dorado, tez blanca, ojos azules... Y a un metro de mí se detuvo y se dispuso a hablar. Aunque esta parte la tengo un poco distorsionada, recuerdo con claridad la idea fundamental, ella decía ser la virgen que, enviada por nuestro Señor Todopoderoso venía a librarme de este mal que tanto me hacía sufrir. A continuación, cuando terminó de hablar, me acarició suavemente la cara mientras se desvanecía en el aire. Yo, sin entender muy bien lo sucedido, seguí con mi trayectoria hasta llegar a mi casa.
Una vez en mi casa me senté en la silla del escritorio con la intención de apagar el ordenador que había dejado encendido, pero, como de costumbre, apoyado sobre mis brazos comencé a reflexionar intentando descifrar el misterio de la noche, pero, lo siguiente que recuerdo es la luz de la mañana despertándome de un sueño profundo que comenzó en el escritorio de mi ordenador.

Ahora me atormento cada segundo por no tener nada en claro. ¿Cuándo me dormí? Quizás me dormí antes, según miraba la página de internet, ¿pero eso significa que mi paseo por la ciudad fue producto de mi imaginación? ¿De un sueño producido por las pastillas? O quizás me dormí después del paseo, al llegar a casa de nuevo, lo que significaría que, debido a mi enfermedad, las pastillas que digo no son las que en verdad me tomé, por lo tanto no hicieron efecto, pero... ¿Entonces se me apareció la virgen y me curó? ¿sin más?
Si creo que de verdad estoy curado cuando no es así, pensaré que no tengo enfermedad, por lo que si acaso se me olvida algo no sabré reconocerlo y seguiré con mi idea de estar sano. Pero si por el contrario me guío por la otra opción, es posible que piense estar enfermo cuando puede, que inexplicablemente y por un toque de gracia, haya desaparecido el alzheimer.

Supongo que lo correcto sería pensar que sigo con alzheimer, ya que si me equivoco causaré un mal menor, aunque la idea de estar enfermo me consuma por dentro. Es complicado distinguir un sueño de una realidad, y aunque a simple vista y a los ojos del resto esté claro que se trata de un sueño, yo no puedo evitar tener la esperanza de que pueda ser cierto, pues a estas alturas, lo que menos me importa es que digan que me agarré a un clavo ardiendo.

POST-IT



Se ha roto el último paraguas. He comprado las cebollas que me pediste y he vuelto a casa. He recogido la notita escondida debajo de la alfombra, he preparado alguna de esas salsas que tanto te gustan para el arroz, mientras cantaba aquello de "Naked in the kitchen"... La caldera no va. He tenido que ducharme con cacitos de agua fría otra vez. Tenía el cuerpo empapado y pensaba que vendrías a buscarme. No sé. Me hubiera apetecido tomar un té en el sofá y estrenar las tazas que compramos en Marruecos. Contigo, quiero decir.

En fin. Te he escrito esta nota para decirte que hay un paraguas negro con franjas azules en la repisa de arriba. Que ya pagué enero y febrero, y que he dejado el adelanto de marzo en la mesita de noche. Quédate las tazas. Sabes que odio las despedidas.

(Alberto Santana)