miércoles, 29 de septiembre de 2010

TARDE


Dicen que nunca es tarde para volver a empezar. Supongo que no debería rendirme, que no debería dejar pasar tantas veces el sol sobre el horizonte sin ni siquiera observarlo, sin saber cuándo asoma y cuándo desaparece; sin embargo, hace tanto tiempo que no me asomo por la ventana, que he olvidado el color característico del crepúsculo.


Tú permaneces inmóvil e impasible junto a mí, y yo, con el peso de mis pensamientos procuro caminar hacia delante dejándote atrás, intento salir de este túnel diminuto cuyo fin parece tan inalcanzable. Ingenuamente sigo confiando en que un pequeño rayo de sol atraviese mi mirada y llene de templanza el envoltorio gris que yace inerte bajo mi pecho.
Sólo busco un estímulo, algo a lo que poder aferrarme cada día, necesito que ocurra algo que rompa con esta rutina, algo que me haga pensar que ha merecido la pena levantarme por la mañana, sentir que he hecho algo por alguien, que han hecho algo por mí... Pero es obvio que aún el rayo no penetra, que es la tenue luz de la luna la que ilumina mi rostro.


Y luego ya ves, te cuento la controversia que me anida y callas pacientemente, sin interrumpir un solo sollozo, observando mi profunda ceguera, siendo consciente de que esa argolla que ahora busco, a la que aferrarme, no podría haber sido otra persona.
Ahora he dado el primer paso,  ya es tarde para volver a empezar...

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