sábado, 19 de diciembre de 2009

EL SUEÑO DEL ALZHEIMER




Era de noche y no podía dormir. No paraba de darle vueltas a aquello que inevitablemente removía mi conciencia. Al principio sólo podía preocuparme por la idea de que pronto llegaría lo que hoy se ha convertido en realidad. Jamás pensé que esta realidad pudiese atraparme, supongo que porque a veces nos cuesta creer algo hasta que lo vivimos en nuestras propias carnes.
Aún me cuesta creer, que por más empeño que ponga en cada cosa que hago, por más que me fije y repita el acto, dentro de un par de días pueda no acordarme; por eso, hoy pongo todo mi empeño en escribir esto, con la esperanza de que más adelante pueda recordarlo, o al menos, recordar que fui yo quien lo escribió y ser consciente de lo sucedido, pues aún alberga en mí la esperanza de que lo que viví no fue un sueño y sí una realidad.

Para calmarme y conseguir ese sueño profundo que tanto anhelaba, fui al cajón de las medicinas a por esas pastillas de color blanco con una raya en medio que las atraviesa que me ayudan a llegar al único sitio donde puedo evadirme del mundo y de los problemas: a los sueños.
Acto seguido, y esperando a que las pastillas hicieran efecto, me acerqué al ordenador y me senté en frente del mismo moviendo el ratón para que reaccionara. Nada más hacerlo la pantalla se iluminó permitiéndome ver unas letras grandes que ponían: "Enfermedad de Alzheimer" en la página de la wikipedia.
Supongo que siempre dejaba abierta esa página en concreto para recordar, al menos, lo que me estaba sucediendo y poder disimularlo ante el resto sin parecer un loco.
A veces me deprimía ver constantemente esa plabra: alzheimer, pero para ser sinceros, algo dentro de mí me impedía apartarla de mi vida, quizás miedo, quizás la idea de ser fuerte y afrontarlo de frente.
Aunque muchos de los términos no los entendía, leer la información que allí se presentaba siempre me hacía sentir bien, aunque esto aumentase un poco más mi amargura, pero... ¡Qué demonios! ¡Ya llevo la maldita pulsera con el número de teléfono de mi hermana a todos lados! Es tan triste caminar por la calle y de repente olvidar dónde estás...

Mis amigos y mi familia dicen que debo seguir adelante, que tengo que luchar, que la vida es bella y por eso tengo que dar gracias, pero sinceramente me resisto a caer en esa inercia en la que sólo puedo agradecer lo que se me da porque no me queda más remedio que aceptarlo. Aún así, soy consciente de que el día de hoy no se volverá a repetir, que tengo que vivir intensamente cada instante, mimando cada situación, escuchando, aprendiendo... pues temo darme cuenta algún día de haber malgastado egoístamente mi vida; sin embargo, es posible que ni si quiera recuerde la historia de mi vida, así que aprovecharé cada instante con el único fin de no haber malgastado egoístamente el día.

Yo seguía embobado mirando la pantalla del ordenador, apoyado sobre mis brazos y dándole vueltas sin parar hasta que caí en que las pastillas seguían sin hacer efecto. Ya desesperado decidí salir a la calle a despejarme, a dar una vuelta aún con el riesgo de perderme. Salir sin la supervisión de nadie me hace sentir libre, me hace sentir bien.
Bajé las escaleras, abrí la puerta del portal que daba a la calle y cabizbajo me dispuse a caminar por las infinitas calles de Madrid. Serían las tres de la madrugada y no había ni un alma por la zona, de modo que a la media hora, ya despejado, di media vuelta en dirección a mi casa, y lo que me sucedió por el camino jamás sabré encajarlo con claridad.
A un par de manzanas de mi casa observé cómo una mujer se acercaba a mí toda vestida de blanco y con un resplandor especial, más cerca pude ver la belleza de esta: cabello dorado, tez blanca, ojos azules... Y a un metro de mí se detuvo y se dispuso a hablar. Aunque esta parte la tengo un poco distorsionada, recuerdo con claridad la idea fundamental, ella decía ser la virgen que, enviada por nuestro Señor Todopoderoso venía a librarme de este mal que tanto me hacía sufrir. A continuación, cuando terminó de hablar, me acarició suavemente la cara mientras se desvanecía en el aire. Yo, sin entender muy bien lo sucedido, seguí con mi trayectoria hasta llegar a mi casa.
Una vez en mi casa me senté en la silla del escritorio con la intención de apagar el ordenador que había dejado encendido, pero, como de costumbre, apoyado sobre mis brazos comencé a reflexionar intentando descifrar el misterio de la noche, pero, lo siguiente que recuerdo es la luz de la mañana despertándome de un sueño profundo que comenzó en el escritorio de mi ordenador.

Ahora me atormento cada segundo por no tener nada en claro. ¿Cuándo me dormí? Quizás me dormí antes, según miraba la página de internet, ¿pero eso significa que mi paseo por la ciudad fue producto de mi imaginación? ¿De un sueño producido por las pastillas? O quizás me dormí después del paseo, al llegar a casa de nuevo, lo que significaría que, debido a mi enfermedad, las pastillas que digo no son las que en verdad me tomé, por lo tanto no hicieron efecto, pero... ¿Entonces se me apareció la virgen y me curó? ¿sin más?
Si creo que de verdad estoy curado cuando no es así, pensaré que no tengo enfermedad, por lo que si acaso se me olvida algo no sabré reconocerlo y seguiré con mi idea de estar sano. Pero si por el contrario me guío por la otra opción, es posible que piense estar enfermo cuando puede, que inexplicablemente y por un toque de gracia, haya desaparecido el alzheimer.

Supongo que lo correcto sería pensar que sigo con alzheimer, ya que si me equivoco causaré un mal menor, aunque la idea de estar enfermo me consuma por dentro. Es complicado distinguir un sueño de una realidad, y aunque a simple vista y a los ojos del resto esté claro que se trata de un sueño, yo no puedo evitar tener la esperanza de que pueda ser cierto, pues a estas alturas, lo que menos me importa es que digan que me agarré a un clavo ardiendo.

2 comentarios:

Manel Aljama dijo...

Un texto muy bien armado y que toca un tema que produce miedo y preocupación. El final me gusta, pues después de todos los avatares que le suecede al personaje, queda incierto, intrigante y a voluntad del lector.

Yo también toqué este tema enfrentando un enfermo a sí mismo y a los suyos: No sé quién soy

Nuncajamás dijo...

¡Qué caos! Me gusta. Dejas con la incertidumbre de saber si está o no enfermo o si tan sólo es un hipocondríaco. ¡Enhorabuena!